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1. Modelaje como forma de aprendizaje.

Siendo el Notre Dame un Colegio de la Iglesia, se espera del profesor que encarne y adhiera a la persona de Nuestro Señor Jesucristo y los valores presentes en su Evangelio y además que el profesor, siendo modelo para los alumnos, también pretenda imitar desde su perspectiva de maestro esa figura. Por lo tanto, es esperable en el profesor alguien que educa desde el amor y la consecuencia de sus actos, con los valores que promueve el  mensaje evangélico.

Es así que, el educador del Notre Dame no sólo debe dominar los conocimientos que imparte, sino que también debe educar en  el proceso de crecimiento espiritual de sus alumnos.

Así, el profesor del Colegio enfrenta la educación de sus alumnos con alegría, buscando el desarrollo pleno de los muchachos.

2. Comunicación, expresión y participación

Es importante en nuestro Colegio que el profesor participe de las actividades que se organizan y no que sea sólo una persona que aparece en los momentos de impartir su aprendizaje. El alumno del colegio ha aprendido a valorar esta participación y la convivencia con sus profesores.

Por otra parte, se entiende que el maestro de nuestro colegio es un buen comunicador, sabiendo hablar y escuchar a sus alumnos, respetando sus opiniones, aportando a la reflexión y entregando elementos de juicio, valorando la opinión de los muchachos sin transar en los valores propuestos. Tiene un conocimiento profundo y vital en psicología evolutiva, sabe interpretar las cargas afectivas que conllevan los gestos de niños y jóvenes y dar respuesta a las reales necesidades de éstos. El profesor del colegio debe centrar su atención en la expresión de los alumnos, sabiendo los fundamentos psicológicos, sociológicos y pedagógicos que subyacen en ello.

Nuestro educador se preocupa de conocer a cada uno de sus estudiantes: su historia personal, sus circunstancias y motivaciones, para desde ese conocimiento facilitar el aprendizaje de contenidos, conductas, habilidades y destrezas que lleven al crecimiento personal.

Además, el maestro diseña sus unidades de aprendizaje pensando en el fomento cultural, la expresión y participación de los alumnos.

El maestro debe ser una persona activa y participativa, con una clara conciencia de su labor y del valor de la expresión.

3. Integración y pertenencia a grupos humanos

Ya en el punto anterior nos referimos a la importancia de que el profesor participe de la vida social del colegio. Esto es fundamental ya que él sabe la importancia del valor educativo de la convivencia gregaria para formar lazos y facilitar actitudes cooperativas, solidarias y complementarias entre los alumnos.

Por eso, también el profesor debe dominar diversos sistemas de trabajo e integración colectiva, debe conocer las leyes naturales y culturales que regulan la interacción grupal, debe manejar conocimientos sobre la forma de comunicación, el tipo de lenguaje y los códigos utilizados por los jóvenes y aprovecharlos en mejorar la calidad comunicativa de los muchachos. Él sabe que el ser humano enriquece su crecimiento personal a través de una vida grupal comprometida intensamente.

Por ello, el diseño de su acción curricular debe incorporar trabajos colectivos, en los cuales puedan tomarse decisiones a partir de diversas vivencias y formas de ver el mundo. Así, es imprescindible también que el maestro domine metodologías de trabajo en grupo, buscando la expresión y participación de todos los alumnos y alumnas, así como la adecuada valoración del trabajo. Debe conocer el aporte de cada quién en la elaboración de una determinada labor.

Además, el profesor debe participar y compartir con sus alumnos –niños, niñas y jóvenes- desde su perspectiva de adulto y guía en la formación. Para ello, sabe que la principal herramienta es el diálogo, a través del cual fomenta la capacidad de escuchar, el respeto a las ideas del otro, el trabajo en equipo y la creación colectiva. Esto, por supuesto, sabiendo respetar la etapa evolutiva de sus alumnos. En definitiva, sabe cómo comunicarse con los niños, las niñas y con los (las) jóvenes.

4. Promoción del desarrollo personal de los alumnos en diversos espacios educativos

Para el profesor del Colegio Notre Dame es imprescindible que su acción educativa vincule a los muchachos y a las chiquillas en la toma de contacto con su propia realidad. Se educa desde aquello que tiene real significado para el sector estudiantil, desde la propia cultura, desde los núcleos sociales a los que el alumno o la alumna pertenece (civilización occidental, latino americanismo, concepto de patria, entorno urbano y de barrio, conciencia ecológica, sistema escolar, núcleos familiares y de amigos, etc.) Para esto, es importante que el profesor maneje los fundamentos psicológicos de lo dicho anteriormente. Es decir, es fundamental desde la educación crear un sentimiento de pertenencia y de identidad cultural.

Para lograr lo anterior, es adecuado el incorporar aprendizajes no sólo desde la sala de clases, sino también desde diversos entornos físicos. Por eso, debe dominar técnicas de observación y experimentación en trabajos en terreno, las que debe transmitir a sus estudiantes, en un claro afán investigador. Esto nace de un principio pedagógico asumido por el scoutismo del “aprender haciendo”. Junto con ello, debe manejar técnicas de comunicación que capaciten a los muchachos para ponerse en contacto con personas que favorezcan su aprendizaje en distintos ámbitos. El profesor sabe que una visión diferente de un determinado factor enriquece el desarrollo de los alumnos, por lo que incentivará el encuentro con expertos en diversas materias.

5. Capacidad de establecer relaciones facilitadoras de la comunicación

El profesor del Colegio Notre Dame sabe que su labor no es individual, sino que debe trabajar en conjunto con los otros educadores en pos de la realización de un mejor desempeño profesional, el complemento, la asesoría y evaluación del trabajo. También es fundamental que los profesores trabajen en un clima de amistad y respeto mutuo.

Por otra parte, es importante señalar que el profesor del colegio tiene una visión optimista frente al desarrollo de la actividad humana, especialmente de sus estudiantes. Él genera espacios que permitan un ambiente de confianza, sobre todo en la relación con niños, niñas y jóvenes.

La interacción que el profesor mantiene con sus alumnos y alumnas es la de una buena amistad, que, manteniendo los roles de educador y educando, ayuda al crecimiento de ambos, dándole especial importancia a aquellos muchachos y chiquillas con los que es más difícil la comunicación o con aquellos cuya respuesta es más débil o pasiva. El profesor tiene como misión tratar de revertir, con la aceptación del otro y el cariño, las conductas inapropiadas o conflictivas.

Para lograr lo anteriormente descrito, es necesario que el profesor tenga un necesario control de sus emociones, que le permita apoyar a los alumnos y alumnas, que a menudo asumen comportamientos inestables, propios de la niñez y la adolescencia.

Además, el profesor es un facilitador de las comunicaciones de los alumnos entre ellos, con otros profesores y con los padres.

6. Responsabilidad de la propia vocación en la formación de los alumnos y alumnas

El profesor del colegio tiene claro su propio proyecto de vida, sabiendo que la educación es un proceso continuo que nunca se termina de crecer o de aprender. Por ello, puede también comprender la importancia para un niño, niña o joven de la creación de un proyecto personal de vida, que se va formando de acuerdo con la etapa de desarrollo de los alumnos. Debe apoyar el descubrimiento vocacional (llamado, desde la autorrealización, al servicio) de cada uno, desde las perspectivas personales y el autoconocimiento.

A través de su raciocinio, debe enseñar a los alumnos a pensar críticamente, para la creación de un mundo que vaya perfeccionándose. Por ello, también, entrega a sus alumnos, progresiva y sistemáticamente, responsabilidades para que puedan asumir su propia educación en libertad.

Así, el profesor debe transformarse cada día en un hombre nuevo, con una actitud nueva, en crecimiento permanente, y que sabe que su mensaje educativo de cualquier tipo o dimensión del conocimiento, tiene que ver con la Buena Nueva del Evangelio.

Para lograr esto, es necesario que asuma la importancia de su presencia entre los (las) jóvenes tanto cualitativa como cuantitativamente.

Además, el profesor debe saber que su verdad no es la verdad absoluta, sino sólo una parte, y que su mensaje parcial debe llevar a un mensaje global que lo trasciende.

7. Compromiso con el logro de la felicidad de los demás

Al ser éste un colegio de Iglesia, postulamos la necesidad de que el profesor viva su relación con los otros en torno a los principios evangélicos. El maestro busca que los demás puedan realizarse plenamente. Por eso, es necesario que pueda entregarse a los otros por amor, desde sus propias vivencias, enseñando a vivir en un mundo solidario, haciendo vida el valor de la fraternidad como uno de los ejes de la pedagogía del Colegio. En este sentido, especial importancia adquieren las relaciones amables que establezca con los otros educadores, con los niños y jóvenes y sus padres.

Además, es fundamental el desarrollo educativo sobre la base del Magisterio y  la doctrina social de la Iglesia, fomentando en los alumnos una actitud de servicio hacia los más necesitados, a través de acciones concretas.

Promovemos que cada profesor sea una fuerza integradora que lo lleve a animar y cohesionar grupos de trabajo, sean estos de educadores, alumnos o padres.

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